miércoles, 3 de noviembre de 2010

El cien existe.

Hace unos cuantos años ya, en la década de los 80, el patronato de escuelas infantiles municipales de Pamplona inició una experiencia innovadora y con resultados sorprendentemente agradables, llevando a la práctica las teorías pedagógicas de Loris Malaguzzi y las escuelas Reggio Emilia, ciudad italiana que dió origen a estas escuelas. Una ciudad recién salida de la segunda guerra mundial, escasa de recursos, incluso los más básicos, fue capaz de iniciar y sacar adelante, un proyecto educativo innovador. No cabe la menor duda de que el aporte económico para estos proyectos es fundamental, el ratio de niños por aula, el espacio útil y el número de educadores por grupo, está directamente relacionado con la cuantía presupuestaria que las instituciones encargadas de la educación estén dispuestas a destinar a tal fin. Sin esos recursos, es imposible llevar a cabo ningún proyecto por maravilloso que éste pueda ser. Pero, también hay otro factor que es fundamental, y que está en nuestra mano rescatar: las ganas, la ilusión, la motivación, la amplitud de miras y el empeño que tanto padres como docentes tuvieron en los inicios de aquella andadura italiana, tiempos aquellos, distintos, pero no más fáciles que los actuales. Crear una escuela amable, activa, inventiva, participativa, habitable, basada en la pedagogía relacional, en la que padres, educadores y niños vivan la educación en todas sus facetas y unos y otros sean capaces de aprender de la investigación conjunta. Las unidades didácticas son sólo uno de los cien lenguajes de los niños. Hay noventa y nueve más. Y el cien existe.

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